lunes, 16 de febrero de 2009

LA ÚNICA REVOLUCIÓN POPULAR

Durante los últimos 300 años, muchos oportunistas han llamado "Revolución" a su asalto personal al gobierno. En particular, la Revolución Francesa goza de inmerecido mérito, pues no fué más que otra más de las sangrías organizadas por la nobleza tradicional, para conservar un poder que se les iba de las manos. Solo por circunstancias especiales, la Revolución que dió lugar a los Estados Unidos de América, llevó al control del orden político, a los ciudadanos corrientes.
La Revolución Americana.
Forzados a la independencia por los abusos del monarca Jorge III en materia de impuestos y la imposibildad de establecer sus propias redes comerciales, los Estados Unidos de América, tras vencer a Gran Bretaña en 1783, recogen el ideario de la igualdad y de la libertad, que propugnaban escritores como Voltaire, Rousseau o Montesquieu, creando un sistema político democrático, que constituye la única, hasta hoy, revolución burguesa o de clases populares, que se ha producido en la historia. Los colonos inmigrados a oleadas a estas agrestes tierras, no portaban signos del sistema estamental europeo y crean un sistema de gobierno realmente novedoso.

A lo largo de su camino hacia el sistema político que conocemos actualmente, los Estados Unidos, tuvieron la suerte de observar lo que ocurría en Europa, unos años después en 1789, cuando se produce la Revolución Francesa, como veremos después.

Estas enseñanzas y su propia procedencia, vacunan a los colonos americanos contra el intervencionismo del poder y les llevan a proclamar como valores absolutos, los derechos individuales, y como garantía política, el control al gobierno. Cuestiones que resuelven, no sin dificultades, como las de una Guerra Civil entre 1861 y 1865, a lo largo del siglo XIX.

La Guerra Civil norteamericana, con 600.000 muertos y medio millón de heridos, se produce ya, por causa de dos conceptos diferentes de la palabra independencia. Mientras el norte clama por una solución federada, esto es, un solo país con un fuerte gobierno central, los del sur prefieren la vía de la confederación, o la autonomía de unos estados poderosos, aliados en un gobierno central multipartito. Ganan los del norte, pero los mecanismos de control al gobierno, quedan incrustados en su sistema. La libertad se establece como bien supremo y como único medio de alcanzar la justicia.

La Revolución Francesa.
Pero como decíamos anteriormente, en Europa corren otros vientos. La Revolución Francesa comienza en 1789 cuando el llamado Tercer Estado, se autoproclama Asamblea Nacional y culmina con el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799.

La Revolución Francesa, lejos de abolir el Antiguo Régimen, dominado por el Rey y los otros dos Estados, El Clero y La Nobleza, y transformarlo en un poder popular que controla al gobierno, consiste en la sustitución de Dios, por El Estado y la del Rey y la Nobleza, por La Administración Pública. En un ejercicio de contorsionismo que se ha observado ya muchas veces en la historia de la humanidad, los mismos poderes nobiliarios que antes juran lealtad al rey, claman ahora junto a las masas, la destrucción de los antiguos valores y la santificación de la igualdad y la fraternidad. Para, lógicamente ocupar ellos mismos, los puestos vacantes de máximos responsables del nuevo orden.

Como todas las falsas revoluciones, no solucionan, ni uno solo de los problemas que se tiene planteada la sociedad francesa, y sin embargo, llenan de sangre París y las principales ciudades galas. El comité de Salvación Pública, bajo el mando de Maximilien Robespierre y los Jacobinos, desató el llamado Reino del Terror entre 1793 y 1794, y hasta 40.000 personas pudieron ser ejecutadas en este corto periodo en la guillotina, acusadas de actividades contrarevolucionarias.

La Primera República Francesa, después de producir cerca de 300.000 muertos, termina con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799, un ciudadano que se llega a proclamar Emperador y que nombra reyes a sus familiares. Este hecho marca de forma señalada, el fracaso de la implantación de los nuevos valores, y dirige a Europa, a una serie encadenada de tragedias en los años posteriores. Francia atraviesa el siglo XIX, en la alternancia de sucesivas repúblicas y monarquías e imperios. Tras la caída de Napoleón a manos del británico general Wellington en 1815 y la restauración de la monarquía, la Segunda República no se establecería hasta 1848, a pesar de que en 1830, una revuelta civil proclama la vuelta a los valores constitucionales. La actual, es la Quinta República, y aún no han podido superar el afán depredador de sus clases diligentes, todavía fieles, aunque disimulados, al llamado Antiguo Régimen.

Napoleón Bonaparte, de indudable genio militar, bien pudiera estar clasificado como uno de los grandes genocidas de la humanidad, si no se hubiera hecho con el prestigio personal de sus victorias en el campo de batalla. Este personaje, idealizado de forma incomprensible por la historiografía reciente, lleva a Europa a una guerra de más de 25 años que produce varios millones de muertos y fuerza a 3 millones de franceses a servir en el ejército. Solo en la guerra con Rusia mueren más de 400.000 franceses y 1,2 millones de rusos. Estos conflictos, aunque suelen ser clasificados en dos etapas, Guerras de Francia durante la Revolución Francesa (1789-1799) y Guerras Napoleónicas (1799-1815), tienen inevitable continuidad en el reguero de sufrimiento y destrucción que causaron, y demuestran el flaco servicio que al progreso y al bienestar de Europa, trajo esta, mal llamada revolución.

Lo que se liquida en la Revolución Francesa es solo la monarquía absoluta y los restos del régimen feudal, derogando por ley las servidumbres personales, los diezmos y las justicias señoriales. El avance en la libertad es realmente pobre.

Con el transfondo del reparto de la inmensa tarta colonial, lo que se produce a primeros del siglo XX, la llamada Primera Guerra Mundial, no es más que una nueva guerra civil europea, y no la última, que genera ocho millones de muertos y seis millones de inválidos. Los Estados Unidos han de acudir al rescate de Europa casi al final del conflicto, en 1918, aportando casi 51.000 bajas de sus propios soldados.

La Primera Guerra Mundial, cierra el ciclo de los efectos del llamado Cambio de Régimen. De forma romántica nos habían convencido de que los avances franceses nos habían traido un nuevo mundo de justicia y de humanidad y sin embargo, cuando se analizan en detalle, no dieron paso, más que a otro periodo mucho más sangriento de muerte y miseria.

La revolución americana que comienza en 1783, basada en la primacía del individuo, a pesar de no estar exenta de dolor, como hemos visto, ha dado lugar a un avance económico y social en sus ciudadanos, que le han llevado a colocarse a la cabeza del liderazgo mundial. Las comparaciones, en cuanto a sufrimiento de sus respectivos pueblos y los avances obtenidos, no admiten ni siquiera la mínima misericordia.

1 comentario:

  1. Lecturas recomendadas: todos los libros de Federico Jiménez Losantos

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