jueves, 26 de febrero de 2009

LO EMOCIONAL EN LA POLÍTICA

Los partidos políticos recurren constantemente a argumentos emocionales para defender ideas e intereses. Hay que estar prevenirlo. Las emociones son un conjunto de sentimientos vinculados a diversos aspectos de nuestra vida en donde la subjetividad y la subconsciencia son los factores predominantes. Recurrir constantemente a ellas nos hace caer en la irracionalidad, y esto ha sido ampliamente usado por tiranos y dictadores a lo largo de la historia.

Los políticos acuden casi a diario a este tipo de argumentos para enardecer a la población, provocar gritos y agitación y dirigir a las masas al punto de irracionalidad necesario para que les apoyen, recordemos en este punto las arengas de Hitler. Hoy día las formas son más sutiles y han sido mejoradas, pero el fin es el mismo. Los medios de comunicación y en especial la televisión son parte fundamental en dicha mejora. La política la ha alcanzado de lleno y uno no sabe si lo que está viendo es un programa de actualidad o publicidad de la aristocracia política. Hay que recordar que los vínculos entre la política y los medios de comunicación se reflejan en las licencias administrativas que conceden los primeros a los segundos.

El político se sabe muy bien la lección, pero, ¿sabe el ciudadano cuál es su papel? El individuo no es estúpido, pero es maleable, y sometido a suficiente y contínua presión puede seguir el camino marcado sin cuestionárselo. También saben que demasiada presión es contraproducente, así que dejan un pequeño margen de discusión para que el ciudadano se sienta feliz.

Para luchar contra esto hay que evitar ver al político como un personaje amable. Todo pensamiento relacionado con una emoción tiende a la irracionalidad, y el voto ha de ser racional, muy racional. El político es alguien que gestiona nuestro dinero, en ocasiones como si fuera suyo, puesto que estamos obligados a darle una parte. Cuando el político se beneficia personalmente de nuestro dinero, la gestión se convierte en hurto, hurto que no tiene apenas castigo y que se ha convertido en algo cotidiano. Nunca nadie está contento dejando su dinero en manos de otro, ¿verdad?, pues entonces, ¿porque ver amable a alguien a quien confiamos nuestra garantía de bienestar sabiendo que su naturaleza le impulsa a usar todos los medios disponibles para asegurarse su posición? El político es un gestor, ni más ni menos, cuanto más lo veamos como una herramienta, mejor. Dicha herramienta ha de ser sustituida por otra en caso de mal funcionamiemto.

No nos dejemos utilizar. No hace mucho tiempo, cuando el pueblo era sometido a injusticias, se rebelaba. Hoy en día no hace falta usar la violencia, tan sólo nuestra voz, nuestro voto y nuestro dinero. ¿Sabía que el 57% del PIB español son servicios?, ni banca ni sector del automóvil ni demás oligarquías, y sin embargo, ¿a quiénes ayudan los políticos y a quiénes suben los impuestos?, ayudan a los ricos empobreciendo a los demás, ¿por qué las empresas mal gestionadas cierran y sin embargo las administraciones públicas, ayuntamientos y comunidades parecen tener dinero ilimitado?, evitemos la irresponsabilidad entre los políticos, sobretodo cuando es con nuestro dinero y bienestar.

LA LIBERTAD ES EL UNICO CAMINO PARA LA JUSTICIA, MAYOR CAPACIDAD DE ELECCIÓN ES MAYOR LIBERTAD:

- Listas abiertas a todos los niveles.
- Cuentas públicas, ingresos versus gastos, transparentes.
- Finaciación de partidos políticos y sindicatos por sus simpatizantes, no con nuestros impuestos.
- Independencia del poder judicial.

POLÍTICA DEL CORAZÓN

Las personas en este país nos hemos limitado a ser contribuyentes dormidos cuya única función es alimentar una aristocracia política y ser su eco en los temas que ellos nos imponen. La política hoy en día en España no representa al ciudadano, es solo un espectáculo, que se podría llamar LA POLITICA DEL CORAZON.


A casi todas horas asistimos a debates sobre la defensa de las declaraciones o medidas de tal o cual político, a nivel nacional, regional o local. Casi ninguna declaración o medida va directa a solucionar ningún problema. Si la noticia es agresiva entonces los políticos se radicalizan y se ponen de una parte o de otra. Los medios, vinculados a la política mediante licencias administrativas, hacen más de lo mismo y dejan en una difícil situación al ciudadano.
Si este se decanta por una u otra opinión enseguida es clasificado como de “izquierdas” o de “derechas”, no hay lugar para los matices. Si dice que no está de acuerdo con ninguno se le considera pasivo, por tanto es marginado, y en ningún caso su opinión es importante.
Muchos ciudadanos se sienten desatendidos si su postura no es la que defiende el partido al que suele votar. El ciudadano duda y se siente mal, se desilusiona de sí mismo y el político le ha ganado otra batalla moral más. Han convertido nuestro pensamiento en emociones con su Política del Corazón.
Los grandes partidos han conseguido formar un bloque inexpugnable que no garantiza nada excepto su propio enriquecimiento a expensas de los demás. Tenemos que evitar esto. El criterio más importante es el que uno mismo forja.

PRIMERAS PROPUESTAS:
1º) No votar a nadie que lleve más de dos legislaturas en el poder. El poder corrompe y deben darse cuenta de que les damos y les quitamos el poder cuando nos place. Somos el pueblo soberano. Esto es un ejercicio de disciplina y racionalización del voto. El voto de castigo debe la primera medida de choque para un bipartidismo totalitario. Cualquier persona creará siempre (da igual su credo, ideas políticas o moral) una serie de nexos con otro tipo de poderes para asegurarse el poder en caso de revés laboral. El problema es que el político si hace mal, hace mal a muchos, y todos pagamos sus excesos, es por ello que ha de estar bajo el ojo agobiante y el cruel juicio de los individuos. Exijamos al político.
2º) Exigir listas abiertas a todos los niveles. Si tenemos más donde elegir y no seguimos una única doctrina de partido, nuestra libertad aumenta. Mayor capacidad de elección, mayor libertad.
3º) Exigir cuentas claras y públicas (ingresos versus gastos) a ayuntamientos, comunidades autónomas, gobierno nacional y a cualquier organización, asociación o fundación que reciba dinero o bienes públicos.
4º) Exigir autofinanciación de los partidos y sindicatos o en su defecto que el pueblo sea las bases de todos ellos con capacidad de elección directa (eso sí, sin cobrar un euro más), es decir, ya que les pagamos el sueldo, sus cenas y sus coches oficiales, al menos poder elegir quien va a ser el candidato de cada formación y estar afiliado a todos los sindicatos.

CADA UNO ES LÍDER DE SÍ MISMO

sábado, 21 de febrero de 2009

CIERRE O REFORMA DEL PARLAMENTO EUROPEO

Haciéndonos eco de la propuesta de la plataforma “ClasesMedias”, queremos promover la abstención de voto en las elecciones europeas. Pese a que la representatividad es fundamental a cualquier nivel, el parlamento europeo se ha convertido en una descomunal sala reflejo del bipartidismo totalitario que asola Europa.



Este parlamento es enormemente costoso, puesto que alberga a 785 políticos, cada uno de los cuales cobra 42.000 euros al mes, libres de impuestos más dietas de viaje por solo 2 días de trabajo a la semana dando además lugar a otras numerosas instalaciones y servicios que todos pagamos. Dado lo ineficaz que resulta, ya que la representatividad directa del ciudadano es inexistente y, salvo excepciones, es un fiel eco de las decisiones de los 27 primeros ministros, proponemos la abstención al voto o en su defecto el voto en blanco.

Promovemos la abstención como medio de queja y por el consecuente cierre de dicha cámara y sus empleados. Los efectos serán limitados, pero representarán la idea de inutilidad que representa dicha cámara para los ciudadanos. Por otro lado y respetando la duda razonable por el posible servicio que puede ofrecer el parlamento europeo, promovemos también el voto en blanco. Dicho voto representa la voluntad de participar pero la incapacidad de elección dado que el ciudadano no se siente representado.

Algunas preguntas para reflexionar son:
- ¿Por qué tantos parlamentarios si al final sólo es cuestión de menos de media docena de partidos?, ¿no sería mejor poder elegir a representantes en forma de listas abiertas?
- ¿Si es tan importante su labor por qué se ha convertido en un refugio para políticos jubilados que han sido marginados en los partidos de sus países de origen?
- ¿Podemos los ciudadanos controlar el funcionamiento de dicha cámara, su gestión y su presupuesto o elegir a su presidente?
- ¿Dado el peso económico y la influencia en sectores estratégicos de las grandes potencias es la Unión Europea un marco efectivo para la democracia a nivel comunitario? Recordemos cómo Francia y Alemania han evitado sanciones debido a su poder e influencia.

Algunas razones expuestas por la plataforma “ClasesMedias” para la abstención:

1.- Porque el Parlamento europeo no sirve para nada y, por tanto, esas elecciones son una farsa. 2.- Porque no somos partidarios de reformar el Parlamento europeo sino de cerrarlo.
3.- Porque el Parlamento Europeo es un asilo de políticos jubilados, sobrantes de los partidos.
4.- Porque los europarlamentarios, que pagamos entre todos los contribuyentes, se han autoconcedido privilegios como cobrar el sueldo libre de impuestos.
5.- Porque por cada voto que depositamos encima los partidos cobran una subvención adicional y nos expolian más.
6.- Porque de esa forma mostramos nuestro rechazo a la casta parasitaria en su conjunto.
7.- Porque estamos contra los robos masivos de fondos de los contribuyentes decididos por los gobernantes de la Unión Europea, los ladrones mayores de Europa.
8.- Valoramos y respetamos profundamente a cuantos decidan votar en blanco o nulo. Se trata de opciones muy legítimas, en caso de que el Parlamento europeo sirviera para algo, pero nos remitimos al punto primero que justifica nuestra decisión.
9.- Hacer pública ahora nuestra posición implica que nos dan lo mismo los debates internos de los diferentes partidos respecto a sus candidatos, y de que nuestro rechazo es al conjunto en sí, a la farsa, y no a las personas en cuanto individuos concretos.

viernes, 20 de febrero de 2009

NUESTRO CONTROL DEL PODER POLÍTICO

Lamentablemente, en España, vivimos una dictadura de hecho. No opinan los ciudadanos, sino los partidos, estructuras jerárquicas no democráticas que solo defienden su interés. El sistema nacido lleno de prejuicios, de una dictadura, favorece la concentración del poder en una oligarquía que año tras año adormece y empobrece a la población. La primera acción que debemos acometer, es tomar conciencia de cual es nuestro nivel de indefensión.



Por lo general cualquier voto y cualquier tendencia son buenos, son dignos de respeto, porque proceden de una persona que lo único que pretende es mejorar su situación personal y la de los suyos. Da igual si es de izquierdas o de derechas, de centro, del norte o del sur. Cada voto es respetable, cada idea libre de coacción y consecuente es respetable. Podremos pensar que están equivocados, en mayor o menor medida, pero hemos de atenderlos en la misma manera que atendemos a nuestra forma de entender las cosas.

No ocurre así con los políticos. Las personas en las que depositamos el poder político y económico, están ahí, no para mejorar su situación personal, sino la de su comunidad. En algunos países son llamados “servidores públicos”. Como nadie nos asegura cuáles son sus intenciones últimas, y como es seguro que cada uno intentará mejorar su situación personal y la de los suyos, los ciudadanos hemos de dotarnos de los adecuados medios de control de estas personas. Da igual que sean de centro o de derechas, comunistas o anarquistas. Hemos de procurarnos medios de control.

Hemos de pensar de qué manera los ciudadanos controlamos los medios de comunicación. Individualmente o como grupo. ¿Podemos hacer oír nuestra opinión, podemos crear una radio, un periódico?

Tenemos que reflexionar de qué manera los ciudadanos controlamos a la justicia. ¿Podemos votar algo en relación a la justicia o al poder judicial? ¿Sus esquemas, sus órganos de gobierno, o a sus líderes?

Hemos de pensar de qué manera los ciudadanos controlamos al poder político. Y respondernos, que en España, votamos poco más que a blanco o negro. Elección tras elección sólo tenemos, en general, tres alternativas, izquierda, derecha o nacionalista. Eso es todo.

Imaginemos que la izquierda, la derecha y los nacionalistas, con el inevitable concurso de las principales fuerzas económicas, hubieran hecho un gran pacto hace ya algún tiempo. Y hubieran decidido fundar un gran teatro, mediante el cual, cada vez reducirían más nuestra capacidad de cambiar las cosas y subirían más nuestros impuestos.

Ellos cada vez vivirían mejor, y nosotros seríamos cada vez más pobres. Y cada vez más esclavos de sus decisiones, porque no tendríamos manera de cambiar las cosas. Si lo hubieran hecho realmente, y se hubieran sentado para planificarlo, alrededor de una humeante taza de café, no les habría salido mejor.

Aunque no se hubiera dado esa reunión, se debe pensar que el interés de la aristocracia política procedente del franquismo no era otro.

Hay que pensar que los aspirantes a políticos, de la izquierda y los nacionalistas, ávidos precisamente de poder, lo habrían firmado. Y hay que pensar, que para nosotros, los ciudadanos, una democracia no era más que un sistema en el que se pudiera votar. Y nosotros estábamos tan deseosos de libertad, que cuando nos dieron libertad de voto, de manifestación, de expresión, religiosa, de divorcio y aborto, creímos que por ello se podía pagar cualquier precio.

Es posible que en esta situación el poder político y económico (en manos de tan pocos en aquellos tiempos) decidiera crear un régimen cuyas vías de participación solo tuvieran cabida en unos partidos todopoderosos cuya disciplina de voto hiciera imposible la discrepancia interna. Y crearan otros mecanismos de participación en el ámbito laboral, los sindicatos, que pagados por el gobierno y dirigidos por los mismos partidos anteriores, tuvieran coincidencia de fines con ese poder.

Y crearan organizaciones no gubernamentales, cuya principal fuente de ingresos fueran las donaciones gubernamentales, a las que por tanto podían orientar el su poco probable discrepancia con el poder. Y tuvieran la clara idea, de crear bancos estatales, como lo son las Cajas de Ahorro, dirigidas por ese poder político. Y hacer un sistema público de educación, desde el colegio a la universidad, cuya supervivencia dependiera de ese poder político y sus subvenciones. Y hacer un sistema de sanidad público, también obediente al mismo poder.

Es posible que todo esto no les hubiera salido gratis y que hubieran tenido que repartir la tarta con muchos más de los que habían pensado inicialmente. Al final habrían tenido que ceder a que cada región española tuviera su propio parlamento, sus tribunales de justicia, su sanidad, su educación, habrían tenido que ceder a que cada ayuntamiento tuviera su pequeña cámara de representantes (obviamente representantes de los partidos políticos, no de los ciudadanos) con sus concejalías semejantes a ministerios, y su capacidad normativa.

Para ello habrían tenido que inventar los más cuidados métodos de esquilmación de la población y de robo legal, todo amparado por un exquisito sistema publicitario, que convenciera a los ciudadanos de que “la democracia, la justicia, la equidad y el avance social cuestan dinero”. Para ello y para dar sensación de democracia, de contraste, de libertad de elección, habrían tenido que enfrentar al pueblo, creando tensión, resucitando ideales muertos y abriendo viejas heridas.

Si esto hubiera sido así, los ciudadanos debiéramos pensar como defendernos de ese poder, y como defender nuestros intereses.

Por nuestro propio bien hemos de considerar que a los únicos que tenemos enfrente son a aquellos que tienen la capacidad de quedarse con nuestro dinero. Y son ellos los que pueden dictar normas que restrinjan nuestra capacidad de actuación y de pensamiento y contra los que nada podemos, prácticamente.

Los políticos no pueden quedar sin control. Es falsa, salvo que se pudiera demostrar lo contrario, la apariencia de unos se vigilan a los otros en defensa de nuestros intereses. Si no hay más argumentos, los políticos se vigilan unos a otros en defensa de sus propios intereses particulares.

LOS CIUDADANOS HEMOS DE BUSCAR LOS MEDIOS PARA QUE ESTO CAMBIE.

lunes, 16 de febrero de 2009

LA ÚNICA REVOLUCIÓN POPULAR

Durante los últimos 300 años, muchos oportunistas han llamado "Revolución" a su asalto personal al gobierno. En particular, la Revolución Francesa goza de inmerecido mérito, pues no fué más que otra más de las sangrías organizadas por la nobleza tradicional, para conservar un poder que se les iba de las manos. Solo por circunstancias especiales, la Revolución que dió lugar a los Estados Unidos de América, llevó al control del orden político, a los ciudadanos corrientes.
La Revolución Americana.
Forzados a la independencia por los abusos del monarca Jorge III en materia de impuestos y la imposibildad de establecer sus propias redes comerciales, los Estados Unidos de América, tras vencer a Gran Bretaña en 1783, recogen el ideario de la igualdad y de la libertad, que propugnaban escritores como Voltaire, Rousseau o Montesquieu, creando un sistema político democrático, que constituye la única, hasta hoy, revolución burguesa o de clases populares, que se ha producido en la historia. Los colonos inmigrados a oleadas a estas agrestes tierras, no portaban signos del sistema estamental europeo y crean un sistema de gobierno realmente novedoso.

A lo largo de su camino hacia el sistema político que conocemos actualmente, los Estados Unidos, tuvieron la suerte de observar lo que ocurría en Europa, unos años después en 1789, cuando se produce la Revolución Francesa, como veremos después.

Estas enseñanzas y su propia procedencia, vacunan a los colonos americanos contra el intervencionismo del poder y les llevan a proclamar como valores absolutos, los derechos individuales, y como garantía política, el control al gobierno. Cuestiones que resuelven, no sin dificultades, como las de una Guerra Civil entre 1861 y 1865, a lo largo del siglo XIX.

La Guerra Civil norteamericana, con 600.000 muertos y medio millón de heridos, se produce ya, por causa de dos conceptos diferentes de la palabra independencia. Mientras el norte clama por una solución federada, esto es, un solo país con un fuerte gobierno central, los del sur prefieren la vía de la confederación, o la autonomía de unos estados poderosos, aliados en un gobierno central multipartito. Ganan los del norte, pero los mecanismos de control al gobierno, quedan incrustados en su sistema. La libertad se establece como bien supremo y como único medio de alcanzar la justicia.

La Revolución Francesa.
Pero como decíamos anteriormente, en Europa corren otros vientos. La Revolución Francesa comienza en 1789 cuando el llamado Tercer Estado, se autoproclama Asamblea Nacional y culmina con el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799.

La Revolución Francesa, lejos de abolir el Antiguo Régimen, dominado por el Rey y los otros dos Estados, El Clero y La Nobleza, y transformarlo en un poder popular que controla al gobierno, consiste en la sustitución de Dios, por El Estado y la del Rey y la Nobleza, por La Administración Pública. En un ejercicio de contorsionismo que se ha observado ya muchas veces en la historia de la humanidad, los mismos poderes nobiliarios que antes juran lealtad al rey, claman ahora junto a las masas, la destrucción de los antiguos valores y la santificación de la igualdad y la fraternidad. Para, lógicamente ocupar ellos mismos, los puestos vacantes de máximos responsables del nuevo orden.

Como todas las falsas revoluciones, no solucionan, ni uno solo de los problemas que se tiene planteada la sociedad francesa, y sin embargo, llenan de sangre París y las principales ciudades galas. El comité de Salvación Pública, bajo el mando de Maximilien Robespierre y los Jacobinos, desató el llamado Reino del Terror entre 1793 y 1794, y hasta 40.000 personas pudieron ser ejecutadas en este corto periodo en la guillotina, acusadas de actividades contrarevolucionarias.

La Primera República Francesa, después de producir cerca de 300.000 muertos, termina con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799, un ciudadano que se llega a proclamar Emperador y que nombra reyes a sus familiares. Este hecho marca de forma señalada, el fracaso de la implantación de los nuevos valores, y dirige a Europa, a una serie encadenada de tragedias en los años posteriores. Francia atraviesa el siglo XIX, en la alternancia de sucesivas repúblicas y monarquías e imperios. Tras la caída de Napoleón a manos del británico general Wellington en 1815 y la restauración de la monarquía, la Segunda República no se establecería hasta 1848, a pesar de que en 1830, una revuelta civil proclama la vuelta a los valores constitucionales. La actual, es la Quinta República, y aún no han podido superar el afán depredador de sus clases diligentes, todavía fieles, aunque disimulados, al llamado Antiguo Régimen.

Napoleón Bonaparte, de indudable genio militar, bien pudiera estar clasificado como uno de los grandes genocidas de la humanidad, si no se hubiera hecho con el prestigio personal de sus victorias en el campo de batalla. Este personaje, idealizado de forma incomprensible por la historiografía reciente, lleva a Europa a una guerra de más de 25 años que produce varios millones de muertos y fuerza a 3 millones de franceses a servir en el ejército. Solo en la guerra con Rusia mueren más de 400.000 franceses y 1,2 millones de rusos. Estos conflictos, aunque suelen ser clasificados en dos etapas, Guerras de Francia durante la Revolución Francesa (1789-1799) y Guerras Napoleónicas (1799-1815), tienen inevitable continuidad en el reguero de sufrimiento y destrucción que causaron, y demuestran el flaco servicio que al progreso y al bienestar de Europa, trajo esta, mal llamada revolución.

Lo que se liquida en la Revolución Francesa es solo la monarquía absoluta y los restos del régimen feudal, derogando por ley las servidumbres personales, los diezmos y las justicias señoriales. El avance en la libertad es realmente pobre.

Con el transfondo del reparto de la inmensa tarta colonial, lo que se produce a primeros del siglo XX, la llamada Primera Guerra Mundial, no es más que una nueva guerra civil europea, y no la última, que genera ocho millones de muertos y seis millones de inválidos. Los Estados Unidos han de acudir al rescate de Europa casi al final del conflicto, en 1918, aportando casi 51.000 bajas de sus propios soldados.

La Primera Guerra Mundial, cierra el ciclo de los efectos del llamado Cambio de Régimen. De forma romántica nos habían convencido de que los avances franceses nos habían traido un nuevo mundo de justicia y de humanidad y sin embargo, cuando se analizan en detalle, no dieron paso, más que a otro periodo mucho más sangriento de muerte y miseria.

La revolución americana que comienza en 1783, basada en la primacía del individuo, a pesar de no estar exenta de dolor, como hemos visto, ha dado lugar a un avance económico y social en sus ciudadanos, que le han llevado a colocarse a la cabeza del liderazgo mundial. Las comparaciones, en cuanto a sufrimiento de sus respectivos pueblos y los avances obtenidos, no admiten ni siquiera la mínima misericordia.